Nuestra mente siempre nos está hablando, juzga, evalúa, nos
dice como somos, que deberíamos hacer, etc. Y esto está muy bien, es más,
gracias a ella nuestra especia ha podido sobrevivir y permitir, por ejemplo,
que hoy mismo estés leyendo esto en un blog. Indudablemente, todos conocemos lo
beneficioso que ha sido y eso el lenguaje para la evolución de las personas. Siendo
la principal característica diferenciadora entre nosotros y otras especies. Una
habilidad que nos permite ponernos en situaciones que aún no han ocurrido y
prevenir peligros. Idear situaciones complejas e imaginar múltiples soluciones
sin que estas se hayan dado, etc.
Visto desde fuera, imaginad que unos extraterrestres
estuviesen analizándonos. Estos podrían concluir que los humanos disponemos de
una maravillosa maquina de procesar, manipular y ejecutar información a la que
nosotros llamamos mente. Que como al
igual que una pala sirve para cavar, nuestra mente seria una herramienta útil
para anticipar sucesos que aún no han pasado, analizar múltiples situaciones y
decidir cuál es la mejor, por ejemplo. ¿Verdad?
Pero parece que desde aquí, desde nuestra perspectiva, no
percibimos nuestra mente como una herramienta tal como lo hacemos con una grapadora.
Un instrumento que tiene una finalidad y la utilizamos para un fin, ¿no? Más
bien la incorporamos tanto a nosotros que acabamos llamando a nuestra
herramienta: “YO”. Y yo soy todo lo que mi mente dice y siente.
Bien, si antes describíamos lo que sería la cara de la moneda
del lenguaje, esta es la cruz. Nos identificamos tanto con el contenido que
genera nuestra mente que acabamos creyéndola a pies juntillas. Nos dice: “soy
estúpido”, “quedan conmigo por compromiso” “no
valgo nada”, etc. Y acabamos actuando acorde a los que nos dice nuestra
mente: no sales de casa, dejas de ver a tus amigos, etc.
Esto es lo que se
conoce como fusión. Responder de manera literal al contenido que genera nuestra
mente como si de verdades absolutas se tratasen.
Lo contrario a la fusión sería generar un estado de defusión
cognitiva. Es decir, ver los pensamientos y emociones como lo que son: un
conjunto de palabras, imágenes y sonidos. Y que nuestro comportamiento final,
no esté mediado por aquello que pensamos o sentimos, sino por aquello que nos
acerca a la persona que queremos ser. En dirección a nuestros valores.
La finalidad es desarrollar la capacidad de observar cuando
la fusión con nuestra mente nos es útil para desarrollar alguna actividad y
cuando esta es una barrera para acercarme a aquello que es valioso en mi vida.
Ahora, simplemente, observa la imagen que encabeza esta
entrada.
¿Qué ves? Si, es una preciosa escena de un cielo azul y
nubes blancas. Bien, imagina que se aproxima la caída de la tarde y que las
nubes comienzan a tener un color anaranjado, rojizo. ¿Bonita escena verdad?
Ahora, imagina la misma escena pero en vez de ser un día
parcialmente despejado, se avecina una tormenta y todo el cielo está cubierto
de nubes negras…
Son escenas a las que estamos muy familiarizados, a lo largo
de nuestra vida hemos visto muchas veces nubes de muchas tonalidades y de
muchas formas. A veces más, otras veces menos. Pero, detrás de todas estas
nubes, hay algo que permanece, que esta hay siempre independiente mente de la
nubes, ¿verdad?
Eso es el cielo, eso eres tú.
Este ejercicio breve es un ejemplo para que el cliente
observe que al igual que las nubes que están en el cielo no son el cielo, los
pensamientos que tiene él, no son él.
Ejercicio
1. Desarrolla un dialogo entre cliente y terapeuta donde se
ejemplifique algún proceso de defusión.
1. Desarrolla un dialogo entre cliente y terapeuta donde se ejemplifique algún proceso de defusión.
ResponderEliminarC: Soy un imbécil. Cada vez que expóngo en clase, hago el ridículo.
T: Vale, quiero que cojas un folio y un lápiz y escribas lo siguiente:
“Pienso que soy un imbécil”
“Considero que pienso que soy un imbécil”
“Observo que considero que pienso que soy un imbécil”
“Veo que observo que considero que pienso que soy un imbécil”
La intención de esto es que el cliente consiga observar como el no es el propio pensamiento, si no, que es algo que se puede observar.
Otra forma sería la siguiente:
C: Soy un imbécil. Cada vez que expóngo en clase, hago el ridículo.
T: Vale, ¿ves este lapicero? Cada bolígrafo que hay en su interior es un pensamiento tuyo, mira, este de aquí es “soy un imbécil”, este es “hago el ridículo” y este es “me da verguenza”. Si los quito todos ¿sigue siendo un lapicero?
C: Si, claro.
T: Pues a tí te ocurre igual, tengas o no los pensamientos, tu eres el mismo. Si te quitases todos esos pensamientos de la cabeza ¿cambiarías como persona?
C: No...
T: Entonces, simplemente tienes que saber que esos pensamientos los vas a llevar en tu cabeza, pero no te van a hacer definirte como persona. Si tuvieras el pensamiento de “Soy un elefante rosa” ¿lo serías?
C: No.
Con esto también se intenta que tome perspectiva de sus pensamientos y que estos no le definan y no le hagan comportarse como en realidad no quiere.
C: No puedo hacerlo. No quiero ni intentarlo porque sé que no puedo.
ResponderEliminarT: ¿No puedes? ¿O piensas que no puedes?
C: Pienso que no puedo, pero porque sé que no puedo. No puedo.
T: Vale, vamos a hacer una cosa: piensa "no puedo andar". Avísame cuando tengas ese pensamiento en tu mente.
C: Vale. Ya.
T: Bien. Ahora levántate de la silla. Sigue pensando la frase "no puedo andar".
C: Vale.
T: Ahora anda.
(El cliente anda)
T: ¿El pensar "no puedo andar" te ha impedido hacerlo?
C: No, pero porque yo puedo andar.
T: Vale. Entonces, ¿el pensar que no puedes andar, ha convertido eso en cierto? Es decir: ¿es verdad que no pudieras andar?
C: No.
T: O sea, que aunque pienses que no puedes andar, eso no impide que puedas andar. De hecho, si quieres, lo hacs, aún teniendo ese pensamiento repitiéndose en tu mente.
C: Claro.
T: Vale. Entonces, ¿por qué cuando piensas que no puedes subirte a un avión, actúas como si eso fuera cierto? ¿Acaso el pensarlo convierte ese pensamiento en verdadero?